5 Décembre 1808 : Site de Rosas
Pendant que Napoleon en personne envahissait la péninsule par une extrémité des Pyrénées à la tête de six corps d'armée, le général Gouvion Saint Cyr organisait à l'extrême opposé, dans le Rousillon, le VII Corps, désiné à la Catalogne, dont la capital nécéssitait de rapide secours, bloquée comme l'était les troupes espagnoles (le 26 novembre); le début de nobembre pénétra dans la principauté avec les trois division Pino, Souham et Chabot, qui unissait à celle de Reille, encerclait à Figueras, composé de 24.000 hommes et 2.000 chevaux, avec l'artillerie.
05-12-1808. SITIO DE ROSAS
Mientras Napoleón en persona invadía la Península por un extremo de los Pirineos a la cabeza de seis cuerpos de ejército, el ilustre general Gouvion Saint-Cyr organizaba en el extremo opuesto, en nuestro antiguo Rosellón, el VII cuerpo, destinado a Cataluña, cuya capital necesitaba de pronto auxilio, bloqueada como estaba por las tropas españolas (V. 26 de noviembre); a primeros de noviembre penetró en el Principado con las tres divisiones de Pino, Souham y Chabot, que unidas a la de Reille, encerrada en Figueras, componía un total de 24.000 infantes y 2.000 caballos, con su correspondiente dotación de artillería. De aquellas, la primera y la última (la de Reille), se encaminaron desde luego hacia Rosas, en cuya magnífica rada (Está al abrigo de los vientos del Norte, Este y Sudoeste, y pueden fondear en ella escuadras considerables.) podían los británicos efectuar un desembarco y cortar fácilmente las comunicaciones con Francia, o facilitar por lo menos a los somatenes armas y pertrechos para sostener el bloqueo del castillo de Figueras, razón por la cual no quiso Saint-Cyr aventurarse por el interior de Cataluña sin tener en su poder aquella importante plaza; la división Souham se apostó en el Fluviá para observar el camino de Gerona, en cuya ciudad se encontraba la división de vanguardia de don Mariano Alvarez de Castro; y la francesa de Chavot quedó encargada de conservar las comunicaciones con la frontera. Las fuerzas que se presentaron el 7 de noviembre delante de Rosas reunían 13.604 infantes, 1.328 caballos, 458 artilleros con un tren de sitio bastante completo, y 211 zapadores.
Componían las fortificaciones de la plaza la Ciudadela, construida en 1543 por el ingeniero Pizano, un atrincheramiento que cubría la ciudad, apoyado en la Ciudadela y en un reducto, y el pequeño fuerte de la Trinidad, llamado también el Botón por los franceses y la Poncella por los catalanes. La guarnición constaba de 3.000 hombres de los regimientos de Borbón, Ultonia, Suizos de Wimpffen y otros de voluntarios del país, ejerciendo el cargo de gobernador el coronel don Pedro O’Daly, acreditado ya en los sitios de Gerona; y el de comandante de ingenieros el coronel don Manuel Lemaur, quien con el teniente coronel del propio cuerpo don José Torras Pellicer y el capitán de Artillería don Carlos Espinosa consiguieron a fuerza de actividad reparar las obras más necesarias y poner en batería hasta 58 piezas de todos los calibres. El castillo de la Trinidad estaba defendido por un destacamento de 200 hombres (Era Comisario de Guerra de la plaza, interino, don Cayetano Bonafós).
Las lluvias torrenciales que empezaron a descargar en toda la comarca impidieron el transporte del tren y el comienzo de los trabajos de sitio, pasándose los ocho primeros días sin más que reconocimientos y escaramuzas con la guarnición y con los migueletes, que desde las montañas próximas no cesaban de acosar a los sitiadores, distinguiéndose de aquellos los que mandaba el capitán don Narciso Coderch, aunque septuagenario y achacoso, los cuales cayeron sobre cuatro compañías italianas destacadas en Llanza e hicieron prisioneras a dos de ellas, no llegando a tiempo de salvarlas tres batallones que corrieron en su auxilio (el general Saint-Cyr hizo prender en represalias igual número de campesinos (180) y los envió a Francia en calidad de prisioneros). Sin embargo, impaciente Reille, trató de apoderarse por un ataque brusco del fuerte de la Trinidad, que fue asaltado el 15; pero rechazados los enemigos con grandes pérdidas, se señaló en la falda de Puig-Rom el emplazamiento de una batería de brecha contra dicho fuerte.
Al mismo tiempo que se abría en la noche del 18 al 19 la paralela para abrazar el frente comprendido entre los baluartes de San Jorge y San Felipe, que eligió como de ataque el general Sansón, comandante de Ingenieros, el cual había dirigido también las operaciones del sitio de la misma plaza en 1794; pero viendo el escaso efecto que se producía (tan sólo obligó a variar de fondeadero a la escuadrilla británica surta en bahía, cuyo fuego y el de la ciudadela había producido el día anterior (el 19) la voladura del repuesto de la batería de morteros de dicha paralela.) y la firmeza de los defensores de la ciudadela, que no cesaban en sus salidas, resolvió el general Reille abrir otra paralela, a la izquierda de la primera, contra el frente contiguo, cuyo plan no fue más eficaz para conseguir en un breve plazo la rendición de la plaza, como deseaba Saint-Cyr, apremiado por el Emperador, y en consecuencia, después que hubo rechazado Souham en el Fluviá el 24 a las tropas de don Mariano Alvarez de Castro al tratar de acudir en auxilio de Rosas, mandó dicho general al sitio a los de ingenieros y Artillería Kirgener y Ruty, comandantes respectivos en el VII Cuerpo, quienes cambiaron otra vez de objetivo, eligiendo el frente comprendido entre los baluartes de San Antonio y Santa Marta por permitir establecer más próximas las baterías, y haber en la cara izquierda del último baluarte una antigua brecha producida por la voladura de un repuesto, mal reparada con barriles llenos de tierra. Para llevar a cabo dicho plan era preciso apoderarse del pueblo, lo que efectuaron los italianos en la noche del 26 a pesar de la obstinada resistencia de los 500 españoles que lo defendían, los cuales, a excepción de 50 que se salvaron en la ciudadela, quedaron todos muertos o prisioneros, y no se pudo ya volver a recobrar, aunque lo intentaron los sitiados al día siguiente.
Este golpe fue fatal para los defensores de Rosas. Aunque el coronel O'Daly rechazó aún la nueva intimación que le hizo Reille, considerándola atentatoria a su honor, puesto que las murallas estaban intactas y la guarnición poseída del mejor espíritu, los trabajos adelantaban rápidamente, y la ciudadela quedaba completamente aislada hasta el punto de no poder embarcar en las chalupas británicas los enfermos y heridos: no se podía abrigar duda alguna sobre la proximidad del desenlace. Los sitiados hicieron todavía un último y enérgico esfuerzo, practicando una salida en la noche del 2 de diciembre, coronada del mejor éxito; pues, mientras una columna salía por la poterna el frente opuesto y escalando la contraescarpa se corría rápidamente por el foso del atrincheramiento de la villa para coger de revés las baterías enemigas, otra columna los atacaba de frente; y ante tan bien concertada y ruda acometida, cedieron los italianos que guardaban y protegían los trabajos, huyendo presurosos. Los españoles se dedicaron activamente a arruinar los parapetos y destruir el material, hasta que la reacción de aquellos, considerablemente reforzados, obligó a los nuestros a volver a la plaza. Este percance no hizo sino retrasar veinticuatro horas la caída de Rosas: al amanecer del 4, veinticinco piezas de gran calibre rompieron violento fuego, contestado todo el día con el mayor vigor por la artillería del fuerte atacado; pero quedó abierta brecha considerable en la cara izquierda del baluarte de Santa María, y al día siguiente, sin abrigos a prueba para sustraerse a aquella lluvia de hierro, y agotadas casi por completo las subsistencias, capituló el gobernador por la noche, saliendo el 6 la guarnición, compuesta todavía de unos 2.000 soldados y Migueletes, con todos los honores de la guerra, para quedar prisioneros con los 600 heridos y enfermos que había en la fortaleza (La escuadra inglesa despidió a sus aliados haciéndoles un vivo fuego al desfilar delante de los sitiadores.
¡Notable contraste con el comportamiento de la escuadra española, que en el sitio de 1794 salvó la guarnición embarcándola sin perder un solo hombre!) .
El fuerte de la Trinidad, cuya guarnición, mandada por el capitán de Ultonia don Lorenzo Fitz-Gerald, había sido reforzada por el intrépido lord Cochane, que se metió dentro con 80 marineros de la escuadra británica, rechazó briosamente el día 30 de noviembre un segundo asalto, ocasionando pérdidas muy sensibles a los imperiales, siguió la suerte de la ciudadela; pero su guarnición se salvó en las chalupas británicas, después de prender fuego al repuesto de pólvora.
La conquista de Rosas permitió a Saint-Cyr emprender sin pérdida de tiempo una notable marcha por el interior de Cataluña para socorrer la capital, lo que consiguió fácilmente después de derrotar al general Vives en Llinás.